Coronado con pájaros

Tengo un problema de pájaros heridos, pájaros breves que aún no conocía bien porque aunque decidí cuidarlos en la jaula de oro, siempre mi vuelo se alejó del rumbo de sus vuelos. Siempre estuve en otro cielo, en otra dimensión, en otras coordenadas, a cargo de otros pájaros todavía más frágiles.

Ahora, que ya ni siquiera me queda otra fuerza en las alas que no sea la de mi pensamiento porque la enfermedad se ha encargado de quitarme los sacos neumáticos y no podría sostenerme sujeto sobre el aire ni un minuto, he regresado a pie hasta mis pájaros. He vuelto a mi bandada primitiva que ha hecho un nido sin mí. He vuelto como un ave guía que se ha perdido en un mundo todo de migraciones y que, por fin, después de mucho errar, ha dado con los suyos.

Pero nos somos extraños los unos a los otros.

Mis pájaros son frágiles y en cierto modo, también intermitentes. Unos tienen alas pequeñas y otros, alas invisibles. Revolotean dentro de la jaula con un temor al día que me recuerda también un poco a mí, cuando era niño.

Mis pájaros son cuatro pequeñas aves quietas que inventan un vuelo microscópico para no separarse de la tierra segura, como esos pájaros agachadizos que construyen una madriguera donde albergarse de predadores varios.

No conozco a mis hijos, esa es la verdad.

Verlos cada seis meses o más, en persona, de piel a piel, no es conocerlos, por más videoconferencias y llamadas de teléfono que hayan existido solo cuando la conexión lo permitió.

Mis pájaros están aprisionados en sí mismos. El ave del paraíso no se deja tocar por mí. Solo pueden abrazarla su madre y sus hermanas y a veces, los dos pequeños pájaros de los cuales uno es un jilguero mudo y el otro un mirlo que tiene un ala rota. Ella le teme al hombre, incluso a mí, que soy su padre o un desconocido que dice que es su padre.

La abubilla, en cambio, es de una docilidad casi alarmante. Jamás objeta nada, como si en realidad no hubiera nacido para el vuelo. Vive de la obediencia, estoica y resignada, sin migrar como si no hubiera otro horizonte en ningún lado. Es un eterno sí. Ave haredi, le digo y ella sonríe con un beneplácito inexorable.

Ahora, todos atrapados en la cuarentena de la jaula, con el jilguero y el mirlo fabricamos el confort del nido. Aprenden rápido a hacer carpintería y entre una cosa y otra, el mirlo es un artista de la decoración con esmalte sintético y un genio del decapado y el jilguero de cuando en cuando, canta mientras trabaja y después de mucha lija y mucha gubia, quiere aprender luthería, porque quiere fabricar su propio violín.

El ave del paraíso y la abubilla suelen bailar a solas en su cuarto.

Se me ocurrió entonces que quizás, a través del baile, el ave del paraíso acepte mi mano en su mano. Puse música, le dije a mi mujer que bailáramos. Corrimos los muebles del living. Y puse algunas músicas movidas: salsa, rumba, cuarteto, cumbia.

Mi mujer es una mujer bíblica. Tiene para conmigo una paciencia rayana en sacrificio, así que cuando vio a nuestras hijas salir de su habitación y mirarnos ahí, riendo y bailando esas músicas que levantan muertos, sentí a través de sus ojos la felicidad de su corazón. Fue cuando el ave del paraíso dijo: «Qué buen bailarín, aba*».

Y como mis hijas estudian ballet y expresan a través de la danza todo lo que callan sus palabras, yo le tendí mi mano y le dije: «¿Te enseño? Seguro que estos ritmos nunca los bailaste».

Y ella, por primera vez, se dejó abrazar por mí sin oponer temblor ni resistencia, en alguna que otra figura de esos bailes y rió como si fuera, también, la primera vez que podía hacerlo libremente frente a mí.

Ahora, aunque no me abraza tanto como yo quisiera, se sienta conmigo en la cocina cuando estoy haciendo del «amo de casa» en el que me he convertido y mientras me da consejos culinarios que aprendió de la diosa de mi suegra, me cuenta secretos de la escuela que «ima** no sabe».

*Aba: papá
**Ima: mamá
(Transliteración del hebreo)

22 comentarios sobre “Coronado con pájaros

      1. Gravi. Como me pasa algunas veces, te hice una comentario, más bien una pregunta, antes de leer, este texto, que hermoso, hasta decir basta, que es tierno, como sólo saben escribir o más bien relatar, aquellos que nacieron para escribir bellamente. Un abrazo y mi deseo de estés bien de salud. No te conozco físicamente, pero es como te conociera.

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      2. Te agradezco, Jorge. Bueno, ya son muchos años de tratarnos, aunque sea de manera intermitente, así que alguna idea de mí te habrás hecho. Abrazos y que estés bien junto a todos los tuyos.

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    1. Creo que algo desolador mi querido cuervo, pero hermoso. Me identifico un poco con esa abubilla, aunque quizá este cambiando esas actitudes.
      Siempre un placer leerte mi hermano.
      Abrazos.

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      1. Siempre le digo eso de «ave haredí, no quiero que viajes en la parte posterior del autobús». Pero ella es así, concesión y silencio: sumisa, discreta y complaciente. El ave del paraíso es rebelde, contestaria, pero en el fondo de toda su belleza, apenas es un cristal roto y es imposible reparar un cristal.
        Con los dos varoncitos es bastante más fácil, aunque Bashir no habla.
        Yo los adopté. Tengo que hacer lo que sea para que consigan ser felices dentro de lo posible que les permitan las secuelas de guerra, Gildo querido.
        Abrazos.

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  1. Gavrí, me emociona lo que escribes por lo que cuentas y el cómo. Te he imaginado en tu hermosa jaula que tú y tu mujer habéis sabido llenar de amor para vuestros pajaritos.
    Cúidate mucho. Sánate.
    Abraciños a cabazos.

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  2. Mi querido pájaro, cuervo transparente,
    ¡ yo no conozco a mis hijos, y los veo cada día, y me muero por besarlos pero por el momento no se puede.
    Y besarlos cada día hasta hace unos días nunca hizo que los conociera.

    Hay un lugar donde no se puede llegar ni nadie puede tampoco con nosotros ( creo que alguna vez lo hablamos).

    Acompañarlos, desde cierta distancia, estar.

    Yo no creo que te puedas culpar de esa adicción por estar donde hay demasiado dolor.

    Me gustaría que alguien acá dijera que conoce a sus hijos.

    Te abrazo muy fuerte a un metro y medio. Naaa te abrazo ahí en ese corazón noble pero que siempre se acusa de algo.

    Te quiero hermanito.

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    1. Con todo lo que lo critiqué al Puma y la de barbaridades que le dije sobre eso de adoptar chicos y después elegir morirse «porque eso estaba escrito» y fui yo e hice lo mismo, Sarito.
      Si la enfermedad no me hubiera dado el último puñetazo de K.O. no sé si lo hubiera entendido.

      Abrazos y cuidate mucho, hermanita querida.

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  3. Un texto lleno de ternura, qué buena la elección de cada pájaro. Ahora vas a poder dedicarte más a ellos y de a poco conocerlos hasta donde te lo permitan. Saro tiene razón y no pasa solo con los hijos, sino con todas las relaciones cercanas.
    Como docente sabrás la mejor forma de crear un buen vínculo y encontrar el abordaje adecuado para cada uno.
    Un abrazo de los grandotes.

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    1. Sí. Estoy encerrado en casa todo el día con los cuatro, así que ya tenemos nuestro propio mundo. Creo que a todos nos hace bien.

      Abrazos, Mirel querida.

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    1. Vos conocés la historia de mis hijos. Creo que a lo largo de estos años que los tengo conmigo, me han enseñado mucho más ellos a mí de lo que yo haya podido enseñarles. Igual, ellos y yo somos tipos difíciles en tiempos difíciles.
      Abrazos.

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